Casi todos usamos uniformes cuando fuimos a la escuela. A muchos de nosotros nos encantaban: incluso los usábamos más que nuestra propia ropa casual cuando éramos niños, o adolescentes. Hay uniformes escolares muy elegantes, que reflejan la distinción y el estatus educativo de la escuela que representan: de eso se trata, precisamente.
Lo mismo pasa en el trabajo: cuando alguien porta un uniforme, lo hace ver mejor, más pulcro, más serio, más profesional. Los uniformes empresariales son muy importantes para la gente que labora dentro de una empresa o corporativo. En la oficina, en la sala de juntas, en pláticas con un cliente: siempre daremos una mejor impresión usando un buen uniforme.
En la escuela, el trabajo o la oficina, son muy buenas las opciones que tenemos cuando queremos tomar medidas precautorias y no nos salen las cosas como las queremos. Por ejemplo, a veces queremos ponernos un suéter, pero hace calor y la lluvia no hace su aparición. Por esta razón, principalmente, las chamarras son la mejor opción cuando se trata de repeler la lluvia. Una chamarra también es un uniforme, nada más que esponjocito. Lo esponjoso de la chamarra varía, dependiendo cuantas plumas le hayan quitado –o dejado– al ganso, y eso también se tiene que informar a las sociedades protectoras de animales. Pero por ahora, enfoquémonos en los uniformes.
Durante la mayor parte de nuestro proceso formativo, usamos uniformes. No importa si son rojos, o azules, o verdes, o tienen rayitas, o cuadritos, o cualquier otra figura o patrón geométrico, los uniformes son, en gran medida, el motor económico de nuestra sociedad. Sin uniformes en las escuelas, ¿qué harían los niños, y las mamás de esos niños, y las maestras que le enseñan a los niños y tienen que lidiar con las mamás cuando hay junta de bimestre en las escuelas?
Definitivamente, algo similar pasa en los trabajos. Cuando los oficinistas salen a comer, es muy común que manchen sus uniformes y los llenen de chile pasilla o de mole de baja calidad, y las manchas son muy difíciles de quitar. Depende de qué material esté hecho el uniforme, pero no hay marcha atrás: una vez que el uniforme está manchado, todos los métodos habidos y por haber que respecta al lavado de uniformes deben de ser puestos en práctica, y no precisamente en el ambiente de trabajo.
Aún estamos muy lejos de llegar a la meta, pero al menos tenemos la certeza de que entre más uniformes se produzcan en el mundo, más gente uniformada existirá y desfilará por los rincones secretos de nuestra Tierra ¿Por qué los ricos nunca usan uniforme? Porque son los jefes, por eso. Pero ello no va en detrimento de la calidad de los uniformes cuando se hacen bien, con valor, con fuerza, con coraje y un sentido del gusto que sobrepasa la norma.
Tanto en el trabajo de oficina como en la escuela, los uniformes son indispensables para llamar la atención en medio de la monotonía de los colores y las formas. Un uniforme bien limpio hace mucho más por un hombre que un psicoanalista o un brujo. En definitiva, en los rincones más sombríos de nuestra alma, un uniforme puede protegernos de todo mal. La mala calidad de un uniforme puede privarnos de muchas cosas que, por sí solas, serían accesibles a nosotros. Lo que se ve no se juzga.
De manera similar, cuando las personas dejan de usar uniforme, al terminar la pubertad, se sienten peor que cuando lo usaban… ¿a qué se debe esto? Bueno, muy sencillo: las personas con uniforme son más felices, más productivas y más guapas. Sobre todo en época de calor (y además protegen contra la bacteria del cólera). No en vano los médicos siempre están uniformados: para resistir el embate de las bacterias y los virus. Ojalá los uniformes escolares tuvieran ese tipo de efecto en nosotros.
A pesar de lo anterior, nos conviene mucho traer puesto un uniforme. Cuando caminamos de aquí para allá, no sabemos a dónde ir. En cambio, las personas uniformadas siempre llegan a su destino con conocimiento de causa: hay algo especial en los uniformes que nos guía a través de los caminos intrincados de la vida, nos dice cómo actuar adecuadamente y nos enseña que los valores de la honestidad y la decencia siempre se reflejan de la mejor manera cuando vemos a alguien uniformado. De manera definitiva, los uniformes en los trabajos y las escuelas hacen la diferencia.
Los uniformes en las escuelas y las oficinas están destinados a destacar, a llevar a todos los que los portan a otros niveles de elegancia y distinción que pocas veces se notan cuando andamos con ropa casual, y la cosa se pone mejor. Los uniformes son una gran opción cuando de formalidad se trata.
¿Y qué decir de la que gente que usa uniformes en las fábricas, los talleres mecánicos, o cuando maneja transportes de carga? También en esos lugares, los uniformes inspiran confianza al cliente, un sello de seriedad y compromiso que difícilmente se puede reflejar al vestir como uno quiera: en un mensaje visual bastante efectivo.
Conscientes de todo lo anterior, en Rozen fabricamos los mejores uniformes del mercado, con los estándares más altos de calidad, enfocados al tipo de empresa o institución que nos los solicita. Ya sean escolares, empresariales, industriales o de cualquier otro tipo, en Rozen nos especializamos en la fabricación de uniformes.
Lo hemos hecho por décadas, y lo seguiremos haciendo. Nuestra experiencia nos respalda.