Cuando nuestros clientes se enteran de que somos dueños de una fábrica de ropa, y que ésta se encuentra localizada aquí, en la misma Ciudad de México, muchos se quedan boquiabiertos. Es fácil de convencer a los que no nos creen: los invitamos a que la visiten, que vean el tras-bambalinas de la producción de aquel producto que tantos les gusta.
Una vez ahí, les damos un tour a través de las máquinas y les presentamos a nuestra gente. En esa, nuestra segunda casa, les enseñamos el laborioso proceso de creación de prendas—desde las fases iniciales de la compra de tela y del diseño hasta las pruebas de calidad que vienen junto con su concreción final. Todo esto lo hacemos porque, para nosotros, la confección de cualquier prenda—desde uniformes completos a playeras polo, pasando por pantalones, chalecos y chamarras— es una pasión: nosotros vivimos y respiramos lo que hacemos, forma parte de una tradición de carácter familiar, de una historia sumamente entrañable.
Y es que estamos acostumbrados—en el mundo global de hoy—a que la capacidad de producción industrial, sobre todo en lo que respecta al sector textil, se encuentre localizado en el extranjero. Basta con ir a cualquier tienda departamental, o visitar tiendas de uniformes en el Centro Histórico, o simplemente darse el tiempo para inspeccionar las etiquetas en nuestras prendas cotidianas para encontrar las mismas palabras, una y otra vez, aquí y allá: Made in China, Made in Vietnam.
Esto es un problema. La mayoría de la ropa que compramos—hasta la que se vende en las calles del Centro Histórico, en puestos de comercio informal—cruza mares enteros para llegar hasta a nosotros. Estando tan lejos de la región donde se encuentra la fábrica de ropa nos cuesta mucho trabajo determinar si lo que nos prometen es lo que es en realidad. No sabemos si los materiales señalados en las etiquetas son reales, si se pasaron éstas u otras pruebas de control, si los productos se produjeron en masa o en baches pequeños.
A final de la compra, muchos de nosotros quedamos insatisfechos. No sabemos a quién le compramos y no podemos acudir a nadie para que nos asesore. Estamos, en cierto sentido, a la deriva.
La problemática adquiere dimensiones más grandes cuando nos enteramos—por medio de las noticias, o en documentales—que todos aquellos que trabajan día y noche del otro lado del mundo para hacer la ropa que nos ponemos lo hacen en las más horribles y míseras condiciones. Es una lástima que para bajar costos, se exploten a personas que nunca conoceremos, personas que se encuentran del otro lado del mundo y que, muchas veces, sufren a nuestras expensas.
Con nosotros, esto no sucede. Nuestra fábrica de ropa lleva más de cuarenta años aquí en México. Este hecho no sólo nos enorgullece, nos llena de esperanza para el futuro de nuestro país. Durante estos cuarenta años el ecosistema textil se ha revolucionado, necesitaríamos de mucho tiempo para contar las múltiples decisiones que hemos tomado para seguir aquí.
No nos cansamos de repetirlo: nuestra fábrica de ropa es como nuestra segunda casa. Hemos crecido junto con las personas que trabajan para nosotros: compartimos sus logros y sus penas. Y es que no podemos dejar a un lado este compromiso: somos un negocio familiar, nuestros hijos se han criado con esta pasión por la tela, han pasado incontables horas en el ambiente laboral.
Pueden estar tranquilos. Nosotros—y no otros—somos los que coordinamos todo el proceso, desde la selección de los materiales y telas, hasta la ideación de un diseño junto con nuestros clientes y la eventual producción de los uniformes, ya sea en baches o en grandes cantidades.
Hoy en día, nuestra fábrica de ropa está a la vanguardia si la comparamos con cualquier otra productora textil, no sólo a nivel de la ciudad, sino nacional —y sobre todo, global. Tenemos la capacidad de producir a grande, mediana y pequeña escala en un tiempo récord. Gracias a nuestra larguísima trayectoria, sabemos lo que cada industria necesita: en otras palabras, nuestros agentes de venta han tenido la mejor capacitación que se puede tener—la del mundo real.
La diversidad de nuestros clientes da cuenta de lo variado que puede llegar a ser nuestro trabajo: hemos realizado pedidos personalizados para constructoras, mineras, escuelas, corporativos, fábricas y almacenes; les hemos diseñado uniformes completos o por pieza: playeras polo, camisas, blusas, chalecos, chamarras, pantalones, suéteres; hemos añadido cada vez más marcas a nuestro repertorio, lo cual nos ha impulsado a niveles que antes sólo podíamos soñar.
Si todavía no estás convencido te invitamos a que vengas a nuestra fábrica. Para nosotros es un placer abrirte nuestras puertas para que puedas conocer cómo y dónde sucede la magia.
Al hacerlo te darás cuenta de una cosa: somos tejedores de ropa con una causa. Sí, es cierto: producimos uniformes, los mejores de la región, a un precio más que competitivo y de la mejor calidad. Pero, para nosotros, la confección y la producción es solamente una excusa para expresar nuestro amor y compromiso por un país que nos ha abierto la puertas, que ha alimentado a nuestras familias, y que nos ha dado la oportunidad de desempeñarnos en miles de ámbitos más allá del meramente laboral.
Nuestra fábrica de ropa es, en este sentido, una de las mayores satisfacciones y un logro que nos gusta presumir a quien se deje.
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